El día de la marmota

Suena el despertador a la hora de siempre. Me levanto, pongo la cafetera. El café se hace mientras me lavo la cara y enciendo el ordenador. Me pongo unos calcetines (ya hace frío por las mañanas).

Empiezo a trabajar. Compruebo qué discos se me han bajado. Escucho uno, y otro.
No te desconcentres...
Un descanso a las once menos veinte. Son las dos y media, paro para comer...
Un poquito más, ¡las cinco y media!, una ducha y libre por fin...

Recuerdo que cuando estaba en la oficina y salíamos a la puerta a fumar un cigarrito nos animábamos diciendo: ¡Venga, que ya es martes; el lunes, que es lo peor, ya ha pasado! ¡Ánimo que es miércoles, dentro de nada es jueves y el viernes ni te enteras!
Y yo me pregunto... ¿¿hay algo más triste que querer los días se pasen rápido??
Menos mal que tenemos tantas cosas buenas.
Y cómo no, se me ha hecho tarde. ¡Otra vez a dormir deprisa!